Sucedió en Madrid

La Estrella Fugaz (Joliette)

Anoche, estaba admirando el paisaje de edificios madrileños por mi ventana cuando vi una estrella fugaz. Cerré mis ojos y deseé más tiempo en mi ciudad favorita, aunque pensara que los deseos sobre las estrellas nunca funcionan. Era triste que fuera la última noche en Madrid después de casi dos meses. Me dije: “Si pudiera quedarme en Madrid para siempre, sería la persona más feliz del mundo”.

Por la mañana, mi despertador no ha sonado a las siete como esperaba. Revisé mi móvil para leer la información de mi vuelo pero no pude encontrarla. Me levanté y cuando hablé con mi familia madrileña sobre mi vuelo, no sabían nada sobre el tema.

Laura, mi madre madrileña, me dijo: “Si quisieras irte de Madrid, tendrías que renunciar a tu nuevo trabajo”. No lo entendí porque no trabajaba en Madrid. En ese momento, mi móvil sonó y lo contesté a pesar de no conocer el número de teléfono. “Hola, Joliette. Soy tu jefe nuevo, Ricardo. Tienes que estar en la oficina a las doce mañana. Después, vas al barrio de Chueca para tu primer trabajo como crítica gastronómica. Almorzarás en La Bicicleta, un restaurante guay”. Le respondí al jefe y traté de controlar mi sorpresa. Aunque me pareciera raro, mi deseo había realizado. Por fin, podría vivir en Madrid permanentemente.

Por más que hubiera vivido en Madrid con mi familia madrileña durante el programa de estudios con la Universidad de Boston, tenía que encontrar mi propio apartamento. Al día siguiente, encontré un apartamento perfecto y empecé mi trabajo nuevo. Estaba muy contenta y he seguido con este estilo de vida durante cuatro años. Qué suerte que viera la estrella fugaz la noche que cambió mi vida.

La Lucha entre el Prado y el Reina Sofía (Caroline)

Había una vez dos museos muy famosos. Los dos querían mostrar que el arte que tenían era el más hermoso de todo el reino de Madrid, pero aunque tuvieran estilos y pinturas maravillosas, eran muy distintos: el Prado decía que su arte era el mejor y el Reina Sofía firmemente insistía en que era el suyo. Al final del siglo XX, para la mayoría, el Reina Sofía había mostrado que prefería el arte de la era contemporánea y el Prado, sin embargo, desde la era antigua hasta la era moderna. Si aceptaran sus diferencias como complementarias, no habría una buena razón para contar este cuento. A cualquiera de ellos le ponía enfermo que la gente visitara al otro. El enfado creció tanto que, al final, algo mágico ocurrió: ¡los personajes de las obras despertaron y volvieron a la vida!

Al principio, dentro del Prado, Las Meninas salieron del cuadro, cuyos espejos se habían convertido en armas de batalla- para luchar usando el retrato psicológico de sus enemigos porque los artistas contemporáneos no eran originales: habían robado elementos del arte del Prado para construir sus obras y obtener su fama. Después, se levantó La Sagrada Familia, y una multitud de ejércitos celestiales, elogiando a Dios y cantando: “¡Mañana, la gente llegará al mejor museo, con su alma pura porque tú, Reina Sofía, no podrás ocultar tu fealdad ni tu sacrilegio!”

De repente, los personajes El Hombre Invisible y La Cara de la Guerra por menos presencia que tuvieran en el mundo físico, cuando salieron del mundo de los sueños, intentaron usar su doble imagen de paranoico-crítico para confundir a sus enemigos. La Mujer Azul saltó del cuadro y se marchó con su equipo de geometría a mano. De hecho, los demás personajes de este museo contestaron a sus enemigos: “¡Seríais afortunados si fuerais tan honestos como nosotros! ¡Al menos no nos hemos ocultado bajo la máscara de la lujuria del poder que ha influido en vuestro arte!”

El hombre de dentro de El Fusilamiento del 3 de Mayo todavía miraba a sus combatientes y, por absurdo que fuera que pensara que lo miraban fijamente, no podía dejar de pensar en que había algo demasiado familiar en las figuras de La Composición Blanda con Judías Hervidas y El Grito de Antonio Saura. “¿Qué estás mirando?”, le preguntaron. “¿Qué?”, contestó él, poniendo su ahuecada mano en su oído.

Cuando la gente vio esta escena, comenzó el pánico. Los personajes se dieron cuenta de que a pesar de que estuvieran creados en estilos diferentes, era mejor tener la aceptación de su contrincante vecino. Con rapidez, corrieron a sus obras y volvieron a sus mundos otra vez, donde sus autores los habían estado esperando: Velázquez, El Greco, Dalí y Picasso. Menos Goya, que no había oído nada.

Fin. En Fin.

Junto a los Ríos de Babilonia (Tom)

Los paseos en metro desde el centro de Madrid hasta el hogar suelen durar un rato y por eso siempre trato de encontrar nuevas formas de entretenimiento en cada viaje porque a veces escuchar música o leer simplemente no son suficientes. Pero el problema es que vivo cerca de la parada de Ciudad Lineal a la que se tarda una media hora en llegar desde sitios como La Puerta de Sol. Por eso me interesan las conversaciones que he tenido con la gente aquí a causa de su novedad cada vez. Pero la semana pasada experimenté la conversación favorita que he tenido en Madrid.

Cuando ves una persona que llama la atención en cualquier sitio—en la alimentación, en el parque o quizás en el metro—la esperanza es que él o ella va a acercarse a ti e iniciar la conversación. Pero, como sabemos, es raro que suceda porque ambos lados piensan así. Por eso tengo varios esquemas para acercarme a alguien que me ha llamado la atención. Entonces una tarde en mi paseo al metro en Gran Vía, vi a una chica con la que tenía que platicar. Por lo tanto, mi plan era fingir que estaba perdido y preguntarle si ella sabía dónde estaba la parada de metro.

“Hola, buenas tardes”, dije.

“Hola, ¿qué pasa?”

“Estoy un poco perdido… ¿podrías ayudarme a encontrar la parada de metro de Gran Vía?”

“Ah, tienes suerte. Voy allí ahora mismo. ¿Vamos?”

Mientras andábamos, platicábamos de nosotros mismos y las razones por las que estábamos en Madrid: yo estudiaba en extranjero, ella para obtener un grado de música contemporánea en la Universidad de Madrid y había vivido en Madrid toda la vida. Sentí las mariposas subiendo de mi estómago y apareciendo en mis palabras; estaba increíblemente nervioso y se podía ver y se podía oír.

Por fin, llegamos a la parada y tuvimos que despedirnos. Sin embargo, hicimos planes para reunirnos esa noche a las 10 en El Retiro—a pesar de que estuviera siendo un poco incómodo—sin intercambiar números de contacto.

“Pero no hay nada que hacer allí a esa hora, ¿no?”

“Tengo una idea… Ya verás”, me dijo con un gran aumento de misterio.

De verdad no sabía lo que ella tenía en mente, pero en el instante siguiente nos vimos en la entrada de la parada de metro de Retiro. De repente, nos tomamos de las manos a través del parque hacia el estanque, debajo del cielo de mermelada.

“Hace un rato que nadé”, me dijo, “y ¿sabes algo?”

“No… dime”, mis ojos puestos en la puesta de sol y las nubes de ámbar.

“Tengo ganas de arreglar eso ahora.”

Aunque viera algo con el rabillo del ojo, no me di cuenta hasta que oí un ruido. Ella había saltado al estanque con todo el mundo alrededor de nosotros.

“¿Vas a venir conmigo o no?”

“No debería…”

“Está bien”, me dijo mientras me arrojaba agua.

En el momento siguiente, ella y yo estábamos mojados y tumbados con las espaldas en el césped entre los árboles y debajo de las estrellas.

“¿Te han dado una serenata antes de ahora?”, me preguntó con su cabeza en mi pecho.

“Espera… ¿antes de ahora?”

Silencio.

“¿Eres católico?”

“Pues, en mi juventud sí, como todos nosotros, pero ahora realmente ¿quién sabe?”

“Siento lo mismo.” Ella dejó de hablar. “Hay un verso de la Biblia que me encantaría cantar…” ¿Te apetece?”

“Sí claro. Cántame, cántame.”

Tenía que buscar la letra en internet, pero esto es lo que cantó ella:

Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos,

y llorábamos al acordarnos de Sión.

En los álamos que había en la ciudad

colgábamos nuestras arpas.

Allí, los que nos tenían cautivos

nos pedían que entonáramos canciones;

nuestros opresores nos pedían estar alegres;

nos decían: «¡Cántennos un cántico de Sión!»

¿Cómo cantar las canciones del Señor

en una tierra extraña?

Amaneció antes de que llegara a mi casa. Nunca intercambiamos números de contacto a causa del calor del momento y la verdad es que probablemente no vayamos a reunirnos otra vez. Quizás ella no quisiera. ¿Quién sabe? Además, todavía no sé su nombre. Por muchas veces que le preguntara, la única respuesta que me daba era: “Puedes llamarme Madrid”.

 

Mi casi historia de Cenicienta (Mamanding)

Él no era en absoluto lo que yo esperaba,  pero fue exactamente lo que necesitaba en ese momento. Déjeme contarte una pequeña historia de “amor”. Cuando tenía 6 años mi mamá murió, dejándome con mi padre. Aunque amaba a mi madre, decidió casarse con unas malas mujeres, que se acercaron a nuestra casa con sus dos malos hijos. Me trataron muy mal y cuando mi padre murió era aún peor. Fui obligada a hacer toda la cocina, la comida, la limpieza… durante años me sentí esclavizada. Un día, mientras caminaba por la ciudad hubo un anuncio de que el príncipe hacía una fiesta para buscar una esposa y nadie en el pueblo podía asistir. El día de la fiesta yo estaba triste de que mi madre dijera que no me permitía ir a la fiesta porque yo tenía demasiado trabajo de casa para hacer. Cuando todos se fueron, me senté en mi cuarto y traté de dormir. Luego escuché un golpe a la puerta. Cuando la abrí, una mujer vestida con un hermoso vestido de oro estaba parada frente a mí. Ella me dijo que iba a ayudarme a ir a la fiesta y conocer al príncipe. Tenía medio de que mi madre se enojara pero decidí hacerlo aunque no le gustara. La mujer me dio un hermoso vestido y unos increíbles zapatos de Louis Vuitton. Luego me fui a la fiesta en una limusina. Llegué al Palacio con confianza y entusiasmo. Cuando vi al príncipe esa noche, estuve feliz de que fuera guapo. Bailamos toda la noche y me dijo que iba a rescatarme de la vida triste y justo antes de que él me besara, me desperté. Aunque yo estaba triste de que fuera un sueño, me enseñó una lección. No quiero ser como Cenicienta, a la espera de que un príncipe guapo venga y me salve. Tengo que aprender a ayudarme a mí misma.

 

La Persecución (Max)

El chico supo que tenía problemas. Los hombres le habían seguido durante la última hora, y después de cada cambio entre líneas del metro, habían estado con él en la siguiente. Había tres hombres. Uno con un gorro, camisa roja y un reloj que parecía de plata pero probablemente era falso. El otro no tenía pelo en la cabeza pero llevaba gafas de sol. El tercer hombre tenía la cara quemada y era muy bajo. Pero el chico estaba cerca de su casa. En dos estaciones, llegaría. Aunque hubiera querido volver a casa, no les habría llevado a su casa. El chico no quería que los hombres supieran dónde estaba su casa. Quería evitar la oportunidad de poner en peligro a su familia y la casa. “Estación en curva, al salir tengan cuidado……” Había llegado a su estación. Cuando era muy pequeño, aunque tenía las piernas muy pequeñas, corría por las escaleras sin un pensamiento negativo. Esta vez, el chico sentía que estaba corriendo por su vida. Tenía miedo de que los hombres lo capturaran, y para que esto no pasara, corrió como nunca había corrido en su vida. Subió las escaleras y dobló a la derecha. A pesar de saber las calles muy bien, el chico estuvo en un estado de pánico. Había un grupo muy grande de turistas, disfrutando el día y el calor de Madrid. Ellos no tenían ni idea de lo que estaba pasando con el chico. El chico se juntó con el grupo. Aunque el chico no vio a los hombres, supo que estaban cerca. Él estaba esperando el momento perfecto en que pudiera volver a casa sin los hombres. El chico vio a los hombres, caminando en fila, hacia el grupo de turistas. Dudó que los hombres hicieran algo con demasiadas personas en la calle. Pero no iba a esperar a que pasara algo. A pesar de que el chico no corría muy rápido, corrió en la noche.

Dejarlo ir (Melissa)

Habían pasado seis meses desde que Elizabeth había hablado con él. Cuando ella lo vio primero, su corazón dejó de latir, ella estaba congelada en el tiempo, incapaz de moverse. Aunque ella no le había visto hasta entonces, sabía que todavía le echaba de menos. La multitud de personas que había en la Plaza Mayor lo distrajo a él de verla, por tanto ella se escondió detrás de la estatua y ocultó su cara. Así que para muchas personads en la plaza en ese momento, era un día normal, pero eso no era verdad para Elizabeth. Cuando ella finalmente ganó el coraje para dejar de esconderse detrás de la estatua, lo vio mirándola fijamente. Los recuerdos volvieron a ella, y él vio la expresión de su cara porque no parecía feliz. Enfrente de ella estaba el chico que había roto su corazón en dos piezas y no estaba segura de cómo actuar, pero ella pensó que decir “hola” sería un buen principio. Mientras él caminaba más cerca, pensaba para sí misma, a pesar de que lo extrañaba, que no sabía si también lo echaba de menos. Ella estaba pensando en todo lo que debería decirle, pero la única palabra que podía decir era ”hola”. Él la miraba como si se hubiera quedado como si nada por esta interacción, le molestaba que él no estuviera triste. Él la miró y le preguntó por qué se había escondido detrás de la estatua, aunque sabía que el le había roto el corazón. En ese momento, ella se dio cuenta de que él no valía su tiempo si no podía entender el dolor que le había causado. Él se dio la vuelta y no volvió a mirar atrás.

La Reina de los churros (Olivia)

Había una vez una reina de España que se llamaba Olivia. La Reina Olivia tenía los ojos verdes, la piel blanca y un espíritu aventurero. La Reina Olivia vivía en un castillo pequeño en Madrid con su marido Vlad, el rey de España. Aunque Olivia estuviera muy feliz con su vida, sentía que necesitaba algo más. Cada día la Reina Olivia comía frutas maravillosas, quesos artesanos y pasta italiana; es decir, que la Reina Olivia comía la mejor comida en España. A pesar de que la comida fuera perfecta, ella quería algo más dulce. Por eso, decidió que debería ir a la aventura. En su caballo blanco, la Reina Olivia viajaba por Madrid a la búsqueda de la comida que le faltaba a su dieta. En el Barrio de las Letras, encontró una galleta de chocolate; por muy dulce que fuera la galleta, no era la comida que la Reina Olivia necesitaba. En el Barrio de la Latina, encontró un pastel de fresas; por muy fresco que fuera el pastel, no era la comida que la Reina Olivia quería. En Chueca, encontró el helado de caramelo más rico del mundo; no era el mejor postre tampoco. Era dudoso que ella encontrara el mejor postre del mundo. La Reina Olivia se sentía desesperanzada. En su caballo blanco, regresó a su pequeño castillo. Pero antes de llegar al camino de su hogar, olió algo interesante. El olor era tentador y ella lo siguió. Después de cinco minutos, encontró una panadería que estaba oculta en el bosque. La Reina Olivia entró por la puerta y vio a un hombre que estaba cocinando y le pidió la comida con el olor tan bueno. El hombre le dio un plato de algo de que ella no reconocía. La comida era masa frita, con una taza de chocolate caliente. La Reina Olivia probó la comida y su vida cambió; era la mejor comida que había comido. La Reina Olivia le preguntó al hombre el nombre de la comida, y él respondió: “churros”. Con esta respuesta, la Reina Olivia regresó a su castillo con prisa. Les dijo a sus asesores que tenían que preparar la Puerta del Sol para una reunión de la ciudad. Tres horas más tarde, la Reina Olivia estaba en la Puerta del Sol con toda la gente de Madrid. Con una sonrisa en cara, anunció que la comida oficial de Madrid serían los churros con chocolate. La multitud aplaudió con felicidad y la ciudad de Madrid comió churros el resto de la noche.

Corriendo Hasta Madrid (Camille)

Era un día lluvioso en la ciudad de Pamplona pero era el 7 de julio, por eso toda la gente estaba lista para celebrar Las Fiestas de San Fermín que ya habían empezado el día antes. Carlos llevaba ropa blanca con una bufanda roja. Aunque él quería que los toros fueran amables y no hicieran mucho daño a las personas que habían decidido correr, era parte del espectáculo. Él oyó los fuegos artificiales para empezar y comenzó a correr rápidamente para estar en el frente del grupo. Carlos corría, corría y corría. En un momento, se dio cuenta de que no había ninguna persona cerca excepto él mismo. ¿Dónde estaba la gente de bufanda roja? ¿Los toros los habían matado?

Él vio el cartel en la calle que decía “Paseo de la Castellana”. Había muchos coches y personas que estaban haciendo unos mandados en ropa normal. Carlos llamó a su mejor amigo, Pablo, que corrió con él al principio. Pablo dudaba que Carlos corriera hasta Madrid aunque le dijo a Carlos que él era más rápido que todos los otros y pasó corriendo junto a la plaza de toros. Carlos estaba conectando los puntos. Ójala que fuera un sueño. ¡Él había corrido hasta Madrid!

Él nunca había visitado Madrid, pero sabía que hay mucho que hacer en Madrid. Le gustaba caminar y correr, por supuesto, y quería visitar El Retiro pero tenía en cuenta que ya había corrido 373km. Entonces, decidió tomar algo en un café cerca de Sol. Él empezó a pensar en como llegar a Pamplona. No tenía dinero para un tren o autobús; así que decidió que podía quedarse en Madrid para siempre.

La caída de la bruja (Joanne)

Hubo un día. El día que mi vida, como yo sabía, terminó. El día que dejé todo lo que había conocido detrás. El día que comenzó el nuevo capítulo de mi vida. Era en mi tercer año de escuela secundaria, capitana de mi equipo de baloncesto, presidenta del club de teatro y la coordinadora de tutoría entre iguales. Tenía la planificación de mis dos años siguientes perfectamente. Ya había comenzado a visitar las universidades y comencé a planear mi último año y toda la diversión que viene con él. Mi novio de hacía tres años y yo habíamos sido coronados rey y reina de cada danza y evento al que habíamos asistido durante dos años. Habíamos sido rey y reina de junior prom, también. Sin embargo, mi madre lanzó una bomba del tamaño de un coche una noche: me iba de Estados Unidos y nunca volvería, me mudaba a España.

Al principio, estaba horrorizada. No hablé a mi mamá durante dos días. Ni siquiera para la comida. Cuando me di cuenta de que no había mucho que pudiera hacer, comencé mi investigación. Quería saber de todo: cultura académica, deportes, alimentos, ropa, música, etc.. Quería prepararme para cualquier cosa. Internet resultó ser mi peor enemigo. Vivíamos en el barrio de clase alta Felicidad. (Al decir nosotras, me refiero a mi mamá y yo). Felicidad era hermoso y casi demasiado bueno para ser verdad. Todo el mundo era tan agradable y acogedor. Los otros jóvenes de mi barrio me invitaban a pasar el rato con ellos en la piscina. De repente vivir en un país diferente me asustaba menos de lo que pensaba. Pero, luego empecé la escuela y conocí a Olga, la bruja.

Mi primer día de clase en Madrid fue directamente de serie dramática. Olga fue la primera persona en hablar conmigo y, aunque tuviera clases diferentes, se ofreció a llevarme a todas las mías. Mi error fue aceptar su oferta. Ella me engañó para conseguir encerrarme en el sótano y debido a ella perdí todas mis clases esa mañana y la comida. Nadie me encontró hasta que mi mamá llamó a la escuela y mencionó que estaba desaparecida. Decidí ese día que no sería su víctima otra vez. Decidí mostrar a Olga que yo era mejor y estaba incomodada por sus bromas y acoso escolar.

Cuando probé para el equipo de baloncesto, yo no tenía idea de que ella era la capitana. Tampoco tenía ni idea de que llegaría a ocupar su puesto en el equipo. Vamos a rebobinar un poco. Mis primeros partidos de baloncesto yo no jugué a pesar de que lo había hecho bien en la práctica. Las otras chicas también empezaron a notarlo y se volvieron en contra de Olga cuando se dieron cuenta de que ella había estado chantajeando al entrenador. Se negaron a jugar con ella hasta que ella no tuvo ninguna otra opción, sólo dejar el equipo. El entrenador me hizo capitana en su lugar, y ese fue mi mejor año de la escuela secundaria. Me metí en todas las escuelas que había solicitado a jugar al baloncesto. Por mucho que echara de menos mi hogar y mi vida anterior, tuve éxito con mis objetivos y comencé la planificación de la organización de la tutoría entre los compañeros. Olga terminó por trasladarse debido a las acusaciones de acoso y nunca la vi otra vez.

Cantar: Sigue tus Sueños, Por Jodi Manning

Marisol se sentó en el metro, con lágrimas por su rostro, en su camino a Sol, después de haber huido de su casa en el barrio de Chamberí. Ella había tenido una discusión con su padre y quería escapar, aunque su huida siempre incluyó alguna forma de terapia de compras.

“No parece que él me apoye ya”, pensó ella.

Ella cumpliría dieciocho en unos meses y quería pasar un tiempo fuera de la escuela para perseguir su pasión de cantar, pero su padre discrepó con vehemencia, quería que ella terminara su educación antes de que tomara “decisiones horribles”. ¡Sólo pensar en él diciéndolo la enojaba! ¡¿Después de todas las veces que la había elogiado en el pasado y había permitido que ella compartiera su don?!

Había oído de un amigo que los productores de La Voz venían a Madrid, porque querían crear La Voz Madrid para mostrar todo el talento en esta ciudad hermosa. Estaba tan excitada por las noticias que investigó durante horas, luego esperó a que su padre llegara a casa para decirle las noticias.

“Una oportunidad para finalmente seguir mis sueños. Si pudiera cantar para siempre, sería feliz”, pensó ella.

Ni que decirtiene que su respuesta no era lo que ella quería escuchar. “Cariño, esto es grande. ¡Lo es! Pero tienes que centrarte en el futuro y no cometer errores infantiles que llevan a decisiones horribles”.

¡Ella estaba muy sorprendida! Habían sido sólo los dos de ellos por mucho tiempo, después de que su madre falleció de cáncer de ovario cuando ella tenía diez años, y confiaba en él para todo. Ella recordaba cuando era más joven, sus padres se sentaron en la sala y la hicieron mostrarles su talento. Es posible que ella cantara con corazón en esos espectáculos de talentos. La forma en que respondió fue totalmente en contra de cualquier cosa que él hubiera dicho en relación con la música.

Marisol había estado cantando desde que tenía tres años, aunque, para ser justa, su madre solía decirle que cantaba en el útero. Ella sonrió al pensarlo y tomó una decisión. Sin tener en cuenta lo que su padre pensaba, iba a ser una adulta cuando el espectáculo comenzara, e iba a hacer una prueba.

“Sigue tus sueños, guisante de olor, es la única vida que tienes”.

Y por tanto debes ir…