Un Tinto y Una Historia
Como a todo el mundo, cuando viajo a un nuevo país, me gusta probar los platos nativos de los distintos lugares. Por muchos viajes que haga, nunca podría aburrirme la comida. Por ejemplo, aquí en España, la comida conocida como salmorejo y rabo de toro es de Andalucía; la paella, de Valencia; y el cocido madrileño, de Madrid.
Además, todo el mundo sabe que en España, lo normal durante la comida es reunirse con los amigos y la familia, recordar lo que ha ocurrido desde la última vez que os encontrasteis y disfrutar de la compañía (y de la comida también) sin pensar en el trabajo o los móviles. Así es como si la comida se convirtiera en algo más simbólico: un lugar de intercambio de historias o narrar cómo les fue el día.
Aunque puedes estar sola para comer, siempre hay experiencias que llevar a la mesa. Con cada copa que bebo, se crea una relación entre el restaurante que he elegido y lo que he pedido.
Por ejemplo, cada fin de semana desde mi primera semana aquí en Madrid, en el momento en el cual descubrí el Rastro, he visitado los restaurantes diferentes que habían participado en “Pincho Week” para descansar después de la locura que produce la multitud de gente del Rastro. A pesar de estar cansada de ir de paseo caminando, tengo el coraje para salir y encontrarme con más gente. De esta manera, puedo encontrar comidas más interesantes. Y cada día crea una nueva experiencia en la que ha influido la comida. Por eso, cada experiencia de comer pinchos era nueva y original- la gente que encontraba, las culturas con las que interactué y las conversaciones que tuve-.
La experiencia más reciente fue después de mi excursión a Aranjuez en el Tren de la Fresa. Durante el viaje me encontré con dos parejas de abuelos, que eran muy diferentes entre ellos: una pareja de Boston que había venido hacía dos semanas para estar con su hija, que vive en Madrid.
No sabían mucho español y yo tenía que ayudarles traduciendo lo que hablaban con el conductor. Y la otra pareja tenía una hija de mi edad, y eran de Madrid. Me dijeron el mejor cumplido: que pensaban que yo era española. Y después, cuando disfrutaba de un mojito de fresas, pensé en la gente con la que había pasado el día y cuando regresé a Madrid, dos solicitudes de amigos muy bienvenidos me estaban esperando en Facebook.